La sociedad está seriamente afectada por actitudes violentas que son generadoras de inseguridad y nos perturban a todos. Cuál debería ser el rol del Estado para ponerle fin a una escalada incontenible.
La sociedad tiene un mal muy grave que la afecta. Hoy día la violencia parece ser el parámetro indicador de cualquier conducta, incidencia o acción, aunque sean insignificantes o de poca importancia. Todos o casi todos los hechos o acciones pasan casi ineludiblemente por un acto violento como generador. Pareciera no existir el pensamiento serio o reflexivo, mirándoselo en última instancia como un acto cobarde o sin contenido.
La violencia es generadora de inseguridad, porque todos los hechos violentos tienen ineludiblemente ese efecto. Las acciones violentas nos perturban y además estremece a la seguridad, que debería ser la regla natural de convivencia.
Nuestros actos o impulsos violentos son el fiel reflejo de lo que nos ocurre en otros ámbitos o lugares. El mayor y más conocido es la calle, donde la violencia parece instalada desde hace tiempo y tiene directa incidencia en cada uno de nosotros.
Somos víctimas de una violencia callejera que nos afecta y agrede, y de manera espontánea reaccionamos cuando las circunstancias no habilitan de forma alguna una actitud agresiva. El contagio es evidente;el dolor social se transforma en enojo y el enojo en violencia.
Hoy la calle es el ámbito territorial de una violencia aún mayor, la delictiva, que tiene efecto real y manifiesto en la inseguridad pública.
Hoy no existe otra manera de actuación ante la magnitud del problema. Las demás circunstancias que generan delincuencia (exclusión, pobreza, falta de medios básicos de subsistencia, ausencia de centros de salud, fallas en la educación), que son importantes y necesarias, no deben hacer ceder en su urgencia a este objetivo prioritario e insoslayable: la presencia policial que brinde seguridad. La inseguridad no tiene a la Justicia como primer eslabón de actuación, simplemente porque no es su trabajo, pero en el itinerario del delito debe responder la justicia en los términos y plazos que corresponden, ayudando para que la inseguridad vaya también reduciendo su riesgo.
Decía con justa razón Simón Bolívar: «La justicia es la reina de las virtudes republicanas y con ella se sostiene la igualdad y la libertad». Por ello creo que es nuestro deber ciudadano sostenerla aún en la crítica, y en estos tiempos violentos.