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Ni la observación de la naturaleza toda, que hacían los pueblos originarios, con la libertad que le conferían sus costumbres y sus Dioses. Ni el incansable trabajo de los que vinieron de tierras muy lejanas a construir, con sus manos pueblos, y trabajar la tierra en una buena parte de nuestro país. Ni el esfuerzo de los criollos que se desplazaban, en busca del pan, desde sus provincias, hasta otros lugares donde había trabajo, llevando sus raíces y sus penas a cuesta.
No hemos aprendido nada, la velocidad viaja cada vez más rápido, las necesidades son cada vez mayores y somos cada día más pobres.

Queremos tener todo lo que se anuncia, sin saber que a dos minutos de que ese elemento esté en tu casa, ya es viejo, y vamos a necesitar una actualización de ese bien.

Ni todas las leyes de todos los parlamentos del mundo, ni las disposiciones, estatutos, reglamentos, decretos, ordenanzas y resoluciones; el cambio es cultural, tiene que ser cultural. Dejar de contaminar los ríos, talar los árboles, tirar basura, ensuciar el planeta, incendiar los montes; no puede, solamente, estar penado y castigado por ley, y por eso, como por arte de magia no se realizará más. No, definitivamente no, son importantes las leyes y acuerdos (Acuerdo de Escazú, la Ley de Bosques Nativos, Ley General del Ambiente, Ley de Glaciares, entre otras). Nos da el marco normativo para que podamos observar en que incumplen, y cuál sería la sanción si alguno de los gobiernos provinciales y nacionales, cómplices todos del genocidio de nuestro medio ambiente, se dignaran a trabajar, codo a codo con las organizaciones que se defienden, como pueden, del atropello y prepotencia de las empresas multinacionales que les importa poco como viven y qué le van a dejar a esos pueblos y su entorno. Uno de los ejemplos claro es Andalgalá, provincia de Catamarca, que hace más de una década viene resistiendo, con la Asamblea “El Algarrobo” al frente, a la minera que se instaló y sigue contaminando sus aguas, y haciendo base en el Aconquija, ensuciando y contaminando todo su bello paisaje.

Si no cambiamos no tenemos futuro, si no aprendemos de la madre naturaleza nuestra vida será solo material.
La belleza del paisaje, el vuelo de los pájaros, los árboles, la tierra, los ríos, las montañas, el viento, no nos pertenece, no son nuestros, usemos de manera responsable y racional, enseñémosles a nuestros hijos el valor de las cosas y las cosas que no tienen valor, por lo incalculable, perecedero e importante, como la naturaleza.

Qo>paq: árbol en lengua originaria Moqoit.

Proyecto 1.000 Árboles Más
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