Llevamos setenta días de cuarentena y en este lapso de tiempo, hemos visto un poco de todo. La medida tomada por el presidente Fernández, apoyada por todos, dejó detalles de coordinación, como corresponde, en manos de gobernadores e intendentes. En la mayoría de los casos conformaron los respectivos Comité de Crisis, integrado por epidemiólogos, integrantes del gobierno, integrantes de la sociedad civil.
Algunos demoraron mucho para tomar esa medida, pero, finalmente lo hicieron. La comunicación y la muestra de seguridad y confianza en las acciones fue clave para que el resultado sea el mejor (dentro del contexto, claro). Sabemos que estamos cerca del peor momento porque la curva de contagio está en pleno crecimiento y luego de tantos días de cuarentena, hay que prepararse para “la nueva normalidad “.
Hemos visto manifestaciones de gente que quiere trabajar, sectores de la economía que dependen de la apertura de sus negocios (pequeños comercios, pymes, emprendedores, cuentapropistas, changarines, profesionales independientes, taxistas, remiseros, etc.) no pueden aguantar y las disposiciones anunciadas por el gobierno no llegan en tiempo y forma, o no están dentro del marco regulatorio de las mismas, o son sencillamente insuficiente.
También hemos observado que algunos sectores del gobierno se enojan con estas personas, la democracia requiere, en todo momento, tolerancia y respeto por las diferencias que se presentan, pareciera una obviedad, pero, lamentablemente no lo es.
La rápida implementación de protocolos para cada uno de los sectores involucrados, es el primer paso que debería dar el gobierno nacional como muestra concreta de cuál es el camino por el que debemos transitar en breve, no se va a poder sostener la cuarentena eterna, y si bien fue una buena medida preventiva que nos ayudó a que el sistema de salud esté mejor preparado, la cantidad de contagiados y fallecidos sea menor, y que se tenga conocimiento de la pandemia, muchos sectores no aguantan más.
Hay muchas realidades, todas complejas, que requieren la atención y el tratamiento por parte de los gobiernos, reitero, la coordinación – comunicación – confianza, es la clave para el éxito de las mismas.
CHACO
En nuestra provincia vivimos un panorama muy complejo, por un lado el interior, que, en general, se ha manejado bien, donde hay pocos casos diagnosticado con Covid- 19, y donde las medidas han sido tomadas de manera coordinada entre los intendentes y el gobierno provincial, con ciudades y pueblos que no tienen la cantidad de habitantes de la capital provincial, donde los ciudadanos han respetado, mayormente, las reglamentaciones dispuestas.
El gran problema se vive en Resistencia y el gran Resistencia (Fontana, Barranqueras y Vilelas) donde se registra la mayor cantidad de contagios y, lamentablemente, de fallecidos (ya hay 50 muertos).
La falta de coordinación entre el Gobernador Capitanich y el Intendente Martínez es notoria y marcada, es increíble que en este contexto de pandemia la interna partidaria sea la que marca la agenda en la relación de estos dirigentes con la, nada menor, responsabilidad de gobernar la provincia y la intendencia de la ciudad capital.
Capitanich, tratando de encontrar alguna respuesta a su inoperancia, culpó a su gabinete, en un hecho inédito, creyendo que los ciudadanos no sabemos que él los eligió. Una máquina de hablar y de enviar mensajes al celular, pero hay que decirlo claramente, las medidas tomadas fueron tardías, poco efectivas y en algunos casos una desidia inexplicable, como el del barrio Toba y sus alrededores.
Para enfrentar lo que se viene es necesario recalcular las medidas, consultar a quienes ya han mostrado resultados positivos, convocar a todos los sectores.
No estamos para culpar, pero necesitamos que la máxima autoridad provincial cambie la postura y el comportamiento que ha mostrado hasta ahora, de esta situación extrema salimos entre todos, es hora de que el gobernador lo entienda.