INFANCIA.

I

Ser niño en mi pueblo, treinta y pico años atrás, era una, verdadera, fiesta, pero para ello, había que desarrollar, rápidamente, algunas habilidades para estar a la altura de la barra, que unía edades impensadas, juntaba chicos de 4 a 14 años. Lo primero que había que saber, o aprender, era a jugar al fútbol, darle a la redonda era actividad diaria y si no lo hacías aceptablemente, estabas condenado a mirar largas horas como los otros jugaban. Otra actividad imprescindible era aprender a andar en bicicleta, tarea nada fácil, porque no es como ahora que hay una bici para cada edad, la que te tocaba había sido, seguro, de hermanos mayores y alguien más de la familia, la que me tocó en suerte era de color rojo, primeramente, fue de mi primo Dani, luego de mis hermanos mayores y, finalmente, mía. Ir derecho era fácil, el tema era doblar !!!! Luego de semanas de práctica, codos y rodillas del color de mi bici, aprendía a manejarla. Era fundamental también, enfrentarse al que mandaba, al menos una vez, porque obedecer significaba hacer todo.

Los padres trataban de asustar con el Pombero, » dicen que lo vieron en la represa de Galeano «, » Guillermo lo vio en la represa de Smith «, » en el fondo del barrio San Martín tiene su ranchito «, pero a nosotros no nos paraba nadie, las excursiones eran diarias, espíritus salvajes en el lugar ideal.

La memoria es un cruce de varios caminos, uno conduce al olvido, otro sigue derecho para no pensar, el tercero es el valedero, es el que, cuando recurrimos él, nos trae, fresquito, el recuerdo de momentos, esos donde todo estaba por crearse, todo se compartía y siempre era verano, en el CHACO siempre es verano, porque recordamos los que pasaron y proyectamos el que viene.

La infancia vuelve a mí, ahora que el sol empieza a mostrar y demostrar su alcance, que los días se demoran, las noches se acortan, cierro los ojos y veo a mi barrio, como una postal querida, las casas, mi patio, mi viejo con la guitarra sacando un tema de » Los Chalcha «, mi vieja, atareada, para que nada falte y a mis hermanos, apurándome, porque nos están esperando los chicos en la canchita de la escuela 237.

( A mi barrio, a los amigos de la infancia, a mis hermanos, primos y a mis viejos )

Germán – Dacha.

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